Cuando un excremento de perro se encuentra reposando en algún jardín
durante mucho tiempo, llega a formar parte del paisaje y ni siquiera el olfato
se percata de su existencia...y hasta podemos acostumbrarnos a vivir con él.
Sin embargo, si por casualidad a un pie mal intencionado, distraido o ’’vengativo’’
se le ocurre tocarlo, el hedor de tal recuerdo canino revive sin compasión ante
las ya dormidas narices cercanas.
Algo muy parecido está ocurriendo con las dantescas y espeluznantes
declaraciones del ex-magistrado Aponte Aponte en Estados Unidos.
Escuchar a este personaje extraído de los rincones más oscuros del
descaro y la ironía, resulta aún más nauseabundo que escuchar al propio
dictador o a cualquiera de sus más allegados y ’’afectados’’ colaboradores.
Pensar que este gordito con cara de buena gente ocupó cargos de
importancia en las Fuerzas Armadas y llegó incluso (y a dedo, claro está) a ser
magistrado de la Corte, me produce intensos y repetitivos espamos en la boca
del estómago.
Qué otra cosa puede provocarme un ’’revolucionario’’ que admite como si
nada que firmó un montón de carnets a miembros ’’misteriosamente’’ honorarios
del ejército; que sabía de los perversos montajes judiciales para hundir (a
pesar de su reconocida inocencia) a personas como la jueza Afiuni y el señor
Mazuco; que reconoce haber participado en las reuniones semanales en la
vicepresidencia para repartir sentencias a gusto; que fue cómplice del tránsito
de drogas en las instalaciones de las propias Fuerzas Armadas por instrucciones
de silencio y facilitación emanadas directamente del caudillo, y que acepta sin
pelos en la lengua que los comisarios (por ejemplo) son, como muchos otros,
presos políticos.
En fin, escuchar todas estas historias llenas de aberraciones y
desvergüenza me llena de una indignación pocas veces sentida. Pero lo que parece un chiste repetido y sin
gracia es la predecible reacción de los revolucionarios de turno cuando
advierten públicamente que se trata de un movimiento cuidadosamente diseñado
por la oposición, en componenda con los gringos, para desprestigiar al gobierno
y a sus ’’ilustres’’ miembros y representantes.
Los dos o tres venezolanos que insistan en creerse ese cuento barato de
la CIA, del Imperio y de espionajes al estilo James Bond, deben en este momento
estar pensando si vale la pena ser tan ingenuos o es mejor cambiarse al lado de
la dignidad y el futuro de una vez por todas.
Estas declaraciones del ex-magistrado Aponte Aponte aclara mucho más la
irresponsabilidad histórica de este régimen de pacotilla, que cada vez
encuentra menos atajos a la hora de enfrentarse con su propia ineptitud y con
su propia mala sangre.
Así son los rateros: cuando uno de ellos se ve atrapado, ninguno de sus
compinches de malandraje se salva de su propio veneno.
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