Todos conocemos la inutilidad operativa de las organizaciones que dicen representar a ese intangible llamado “comunidad internacional”.
Sin ir demasiado lejos, luego de su salida como Secretario General de la OEA el señor Insulza tuvo el atrevimiento de reconocer el mal manejo que esa entidad (dirigida por él durante años) le dio al caso Venezuela.
Eso, que ya parecía un mal chiste contado por un cómico de
tercera disfrazado de político retirado, se ha visto ampliamente minimizado con
un evento que sólo pude creer cuando lo leí en la prensa:
“La FAO otorga a Maduro un reconocimiento por su lucha
contra el hambre”.
No se trata de la Federación de Aduladores y Oportunistas y
tampoco de la Fundación Amigos del Orto o de la Federación de Ausencia
Ocular.
Se trata, nada más y nada menos que de la Food and
Agriculture Organization de la ONU, es decir la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Por mucho que el nombre suene algo sofisticado y sobretodo especializado,
pues pareciera que no lo es tanto.
Quien sepa algo (aunque sea un poquito) acerca del desempeño
alimentario venezolano, desde la instauración del régimen totalitario dirigido
por el dictador Hugo Chávez hasta su lamentable relevo en manos de “Nicolás el
Deficiente”, podrá entender a lo que me refiero.
Tal vez el señor José Graziano da Silva, quien dirige (no sé
con qué méritos y mucho menos con qué criterios) esta organización, no está muy
claro acerca de lo que sucede con el mundo de los alimentos en Venezuela, y
nadie le ha dicho que más del 85% de la canasta básica hay que importarla porque
“la revolución bolivariana” se encargó de destruir la producción de alimentos
en el país.
Creo que tampoco le han mencionado las toneladas y toneladas
de comida que el propio régimen dejó podrir en sus contenedores por su evidente
incapacidad en materia de distribución.
Seguramente tampoco le comentaron al señor da Silva que las interminables
colas de gente para pelearse por un poco de pollo o de carne barata (producto de una escasez general), es el pan
de cada día para los venezolanos.
¿Sabrá este alto jerarca de la alimentación mundial que en Venezuela, el régimen totalitario presidido por Maduro le limita al pueblo las posibilidades de comer los productos más básicos y elementales, con cupos controlados desde alguna oficina gubernamental?
Me encantaría poder decirle que hay tanta hambre en mi país,
que la gente asalta en las autopistas camiones con comida, con ganado, con
cerdos y pollos, con harinas, pasta, huevos y un interminable etcétera que me llega
a avergonzar.
Sospecho que tampoco le han hablado de las máquinas capta-huellas
destinadas a controlar el consumo, ni de la improductividad de las fincas y las
plantas de alimentos robadas oficialmente a sus dueños sin ninguna
contemplación, bajo la figura seudolegal de la expropiación.
En fin, me parece que este premio que se le otorga al
dictador Maduro es una pésima broma que no sólo ofende y ataca a la dignidad de
todo el pueblo venezolano (cuya gran mayoría colinda con la desnutrición), sino
que demuestra una vez más que este tipo de organizaciones sólo sirve para que
un montón de inútiles esquiven un futuro de desempleo garantizado, ejerciendo
un cargo claramente político capaz de disimular, aunque sea por un tiempo, su
falta de criterio y de sentido común.
Por ahora tendremos que soportar, con toda la insensatez que
sabemos significa, ese diplomita colgado en las paredes del despacho
presidencial, con la seguridad de que muy pronto ese mismo despacho recuperará
su envergadura, y será en adelante un lugar de trabajo sólo para la gente que
quiera lograr ese país grande, bien proyectado y de verdad bien alimentado.
Pero claro, para llegar a eso habrá que comunicarse con el
Centro de Estudios Contra la Plaga, de la OMS (Organización Mundial de la
Salud) para fumigar primero y no dejar ni el rastro de las mortíferas alimañas
que hoy pululan por los pasillos de Miraflores.
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