Cuando por primera vez vi aparecer a Roque Valero asomado en
uno de esos diarreicos discursos del dictador Maduro, percibí de inmediato su
frustración por no haberse estrenado en el arte del “jalabolismo político” con
el mismísimo Comandante Supremo.
Tener que conformarse con los testículos de un segundón,
probablemente no le hizo bien a su ego y a su ambición por tener un rol
protagónico en esa barata telenovela revolucionaria.
Le compuso una cancioncita al difunto que hablaba de una
tristeza sólo comparable con la lástima que sentí al verlo llorar mientras la
desentonaba, y con el paso del tiempo se fue ganando a pulso el desprecio de
toda Venezuela hasta llegar a porcentajes altísimos.
Hoy, junto con otros actores y actrices de tercera, vive
rodilla en tierra sumiso ante los caprichos faranduleros de algunos integrantes
del PSUV, que de vez en cuando y previo regateo, lo contratan para alguna
fiestecita de adolescentes o para que cante en los quince años de la hija de
algún esbirro del régimen.
De ahí debe venir su cara de amargura. Amargura que también entiendo, porque de
sólo imaginar que mi líder es el señor Maduro, y que ya estoy tan embarrado que
no me puedo salir de esa trampa socialista, yo también tendría instalada esa
expresión de rabia y tristeza…de arrepentimiento y desconcierto.
Pero bueno, así es la vida de los oportunistas. Lo que sucede es que Roque ni siquiera como
oportunista supo llegar a tiempo, y hoy debe morirse de la envidia al ver a Winston
Vallenilla como presidente de esa muestra de heces llamada Tves.
Eso, seguramente también debe llenar de impotencia al pobre
Roque Valero, quien para estar en la palestra no tiene más remedio que conformarse
con esporádicas apariciones en actos públicos del régimen y con los consabidos
chismes baratos tuiteados durante las largas horas libres que tiene esta
estrella fugaz desde que decidió ser Madurista.
Lástima es lo que me da.
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