Daniel Ceballos, uno de los presos políticos que el dictador
”Maduro el Deficiente” exhibe como uno
de sus mejores trofeos de caza o como una vulgar herramienta para el chantaje, está
llegando a un límite poco más que peligroso en la huelga de hambre que iniciara
junto a Leopoldo López hace más de una semana.
En una conmovedora nota y tal vez a modo de premonición, el
joven opositor tachirense se despidió de su madre, y a las afueras de la cárcel
para presos comunes, en la que se encuentra compartiendo sus delitos de
libertad con asesinos y violadores de oficio, su esposa Patricia suplica
clemencia a un régimen déspota que se hace el sordo ante los más básicos y
elementales requerimientos de justicia.
Si hace unos años (tal vez más de 15) me hubieran dicho que
esta escena estaba ocurriendo en Venezuela, jamás lo hubiera creído.
Hoy, tristemente, no sólo lo creo, sino que además logro ver
una réplica del caso de Franklin Brito, quien después de una huelga de hambre
por exigir la devolución de sus tierras robadas descaradamente por el ladrón de
Hugo Chávez, murió en el silencio cómplice de todo un país que prefirió callar
a denunciar…Que prefirió ver la tragedia como algo ajeno…Que prefirió girar la
mirada como si no fuera con él.
En aquel entonces, después de fallecido ese valiente hombre
de campo, se retomó de la historia político-publicitaria una frase que ha
perdido credibilidad de tanto usarla…de mucho manosearla y de poco sentirla: BRITO SOMOS TODOS.
¿Sería porque todos nos quedamos como muertos ante un
ejemplo de indecencia despilfarrada?
Hoy Daniel Ceballos, al igual que Brito, se ha convertido en
un caso con final anunciado si no se detiene a tiempo (y creo que ya es tarde)
y si no alzamos nuestra voz antes de verlo morir en medio de sus anhelos de
democracia y libertad. Democracia y libertad para TODOS, por si en algún
momento se nos olvida.
Sé que ninguno de los malandros que hoy detentan el poder
van a escucharme y mucho menos a leerme.
Eso de “escuchar” es algo que no han logrado aprender todavía.
Lo único que ellos hacen con cierta destreza, es desdibujar
el futuro de Venezuela en medio de una tiranía baja y cobarde, como ésta que
iniciara aquella forma de peste encarnada hoy en el ridículamente denominado
“Comandante Supremo”.
Sólo me queda rezar por la salud de Daniel: porque
recapacite sobre su decisión de huelga o porque soporte hasta lograr sus
objetivos.
Eso sí, lo que no haré jamás (porque no le voy a dar el gusto al
dictador Maduro) es ponerme una camiseta que diga: CEBALLOS SOMOS TODOS.
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