Después de advertirle al
pueblo (en uno de esos diarréicos discursos) que “quien no es chavista no es
venezolano”, el dictador cae otra vez en su propia trampa, y convierte sus
lamentables palabras en un veneno que sólo se habrá de tomar.
El 1 de julio comenzó la
campaña electoral con dos opciones muy claras y distintas, que esperan con más
ansiedad que calma la decisión de todo el país. Por un lado, la obsoleta y aburrida dialéctica de un comunismo
sesentón, representado por la
omnipresente y ahora moribunda figura del caudillo.
Por otro lado, un camino
lleno de esperanza y libertad que con la paciencia desteñida tras 14 años de
ineficiencia y destrucción, espera por
la decisión de la inmensa mayoría de los venezolanos…
Un camino lleno de ganas
por salir adelante que lidera Henrique Capriles Radonski.
Durante todos estos años
de retrógrada revolución, hemos reposado
la excusa de su longeva existencia sobre los hombros de la pobreza y la
incultura de los más necesitados. Pero
la realidad es que los actuales seguidores de ese lapidario proceso político
mal definido como bolivariano, hoy sólo son las borras intragables de una
historia mal colada por los oportunistas locales que no pueden desprenderse de
su debilidad ante el dinero fácil; por
los engañados y esperanzados en la
cuentera promesa de una pronta casa propia; por los malandros que se encuentran viviendo
su etapa “Disney”.
En fin, la claridad con la
que veo el escenario político venezolano en materia de decisiones, me hace
pensar (y más que eso, estar plenamente convencido) que el camino Radonski es
sin duda alguna el que la mayoría de mis compatriotas y yo tomaremos este 7 de
octubre.
Sin embargo, la trampa
está echada por parte de la escoria gubernamental, y durante los restantes días
de la campaña electoral nos enfrentaremos irremediablemente con muchos
atentados contra la dignidad… nos enfrentaremos irremediablemente con el verbo
siempre inoportuno y más que agotado del también agotado candidato oficialista…
nos enfrentaremos irremediablemente con la envidia constantemente exhibida por
quienes aún ostentan algunos vestigios de poder mal administrado.
La energía de mi candidato
es un monumento a la envidia del dictador en la lejanía, sumido la enfermedad
que le está tocando morir.
Esa imagen de hombre joven
recorriendo hombro a hombro con miles de seguidores las calles de todos los
rincones del país, contrasta ventajosamente con la de un hombre cansado, gordo,
que en sus delirios de gigantismo se cree dueño hasta del gentilicio, montado en una carroza al mejor estilo del
Rey Momo y saludando (con la hipocresía
que da el distanciamiento en las alturas) a un pueblo que sólo va buscando un
poco de cerveza, comida y fiesta.
Lo que está por definir el
futuro de Venezuela, estemos allá o no, es nuestro criterio acerca de cuál de
los dos escenarios es el que más le conviene al país. Así que nuestro voto, en esta especial
oportunidad, será el claro reflejo de lo que cada uno de nosotros entienda por
crecimiento, desarrollo, dignidad y decencia.
Aunque haya dos opciones,
solo hay un camino.
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