Mi siempre despreciado
Hugo:
Ante tu aparente
recuperación de una no tan terminal enfermedad, sólo deseo comentarte mi
reflexión al respecto.
Tu condición de mentiroso
crónico…de mitómano desenfrenado, hace que resulte muy fácil pensar que (como
lo ha dicho tanta gente) tú realmente no estás enfermo y no lo has estado
nunca, al menos de “eso que nos dijiste para que te tuviéramos un poquito de
consideración humana”.
Pero no te escribo para
contarte mi impresión sobre el tema (ni mucho menos para darte diagnóstico
alguno), sino para reclamarte.
Es que tú nos hiciste algo
que no se le hace a nadie. Sí, con ese
cuentico de tu cáncer, a muchos venezolanos nos llenaste de una esperanza
falsa… de una ilusión ficticia basada en que eso que no pudimos hacer nosotros
lo iba a hacer Dios. Que tu desagradable
y por demás inoportuna imagen desaparecería de la faz de la Tierra por una
decisión Divina…cosa que nos exoneraría de conseguirlo por nuestras propias
manos.
Y no fue así.
Te burlaste de nuestros
sentimientos y te dedicaste a repartir lástima entre los más ingenuos
representantes de nuestro pueblo, tal vez con la maquiavélica intención de demostrar
que eres casi una deidad ubicada (como toda deidad) por encima de las leyes
humanas…incluso de la propia muerte.
Ahora te veo sonriente,
con nuevos y reconstruídos bríos para seguir ofendiendo a tus opositores y al
país entero, y retando a un futuro que con cáncer o sin él, permíteme decirte
que se te acaba a pasos agigantados.
¿Que por qué lo digo?
A ver:
Ya no tienes tantos
seguidores como aparentabas tener hasta hace un par de años. No te alcanzan los autobuses ni la dádivas
con garantía de fiesta tan siquiera para llenar un par de cuadras con ese
aburrido y confuso ejército de uniformes rojos.
Tampoco te veo con
demasiadas fuerzas como para caminar, y necesitas subirte (con poses
hitlerianas) a ese camastrón rodante escoltado por un anillo de seguridad que
raya en lo exagerado y vergonzoso.
Te observo tan preocupado
por tu contrincante, que ya no sé muy bien si tu voz tiembla de emoción o de
miedo.
Tu verbo se ha quedado
corto y te pones muy repetitivo, logrando que a pesar de las cervezas y la
música que repartes, tu público te ofrezca su ausencia sin discreción alguna.
En fin, Hugo, puede ser
que no tengas ninguna enfermedad que nos permita el privilegio de tu distancia
eterna, pero te puedo asegurar, desde los humildes rincones de mi opinión, que como
político (y mucho más como presidente) sí te estás muriendo…
Que ya no eres el centro
de la noticia…
Y que te vas a envenenar
con tus propias palabras cuando te toque explicar tu derrota frente a un “majunche”.
¿Qué vas a argumentar ese
día ?
¿Vas a decir que el
Majunche te hizo trampa?
¿Vas a decir que el
Majunche compró a Tibisay?
¿Vas a decir que el
Majunche te montó una brujería?
No, Hugo. La verdad es que vas a tener que reconocer tu
derrota inminente y lapidaria, y ya cuando no se te vea ni se te escuche, te
recordaremos apenas como un mal momento convertido en anécdota, y donde te
encuentres (en la cárcel que te asignen) podrás observar y aprender cómo se
gobierna un país.
Hasta la próxima, mi
moribundo enemigo.
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