Tal vez sería un atrevimiento de mi parte decir que lo que
aquí comienzo con estas palabras, es un análisis de una situación tan compleja
como la reanudación de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Sin embargo sí es para mí una necesidad tocar
este tema que considero socialmente sensible.
Para comenzar por lo que supongo es el principio, creo que
la decisión por demás sorpresiva de Obama y Castro de hacer ese anuncio
simultáneo, digno del Día de los Inocentes, no estuvo tan bien pensada.
Los primeros días después del shock, había una buena parte
de los cubanos que viven fuera de la Isla molestos por ese repentino “amiguismo”
surgido sin anestesia. Otros, que padecen a diario y en carne propia los
desmanes del trasnochado comunismo iniciado por Fidel, comenzaron a ver el
hecho como algo positivo. Y entre unos y
otros, nos sumamos quienes escuchamos los discursos de ambos mandatarios con inevitable
escepticismo.
La noticia se fue fundiendo y confundiendo con muchas otras. Mientras tanto, el trabajo diplomático entre
las dos naciones (otrora adversarias ideológicas y enemigas a muerte) fue
compartiendo agendas económicas, políticas y hasta culturales hasta convertir un
rumor de pasillo en una decisión tomada: Cuba sale de la lista de países
terroristas o que contribuyen con el terrorismo.
Para mí no cabe duda de que este tema en particular formaba parte
de la negociación que dio inicio a todo este proceso.
¿A cambio de qué Obama acepta esa propuesta que supongo
condicionante?
¿Qué le puede dar Raúl a su homólogo gringo que tenga un
precio tan políticamente alto?
¿Cómo puede de un día para otro salir Cuba de esa fatídica
lista?
Con esta decisión tomada, como dije anteriormente, la Isla
caribeña comienza a deslastrarse de una carga muy pesada en la tan cuestionada “moral
internacional”, y al desmarcarse de ese estigma (plenamente justificado durante
más de 56 años de revolución), ahora los Castro aparecen con su cara bien
lavada como si nada hubiese ocurrido nunca…Aparecen como los hermanitos
incomprendidos que ya pueden sonreir (con sarcasmo y sadismo) a ese mundo que calla,
sabiendo que ahí hay gato encerrado.
Me imagino que Obama debe al menos sospechar que es un
cuento que nadie cree, razón por la cual habría que preguntarse:
y entonces…¿por qué lo hace?
Yo ni lo imagino, pero sí debe ser algo muy muy importante,
porque la impotencia emocional que esa decisión debe estar causando en los
cubanos que algún día tuvieron que abandonar su casa y su país por culpa de
esos dos tiranos (Fidel y Raúl), no la quiero para mí. Eso, sin mencionar a todos aquellos que
también partieron con menos suerte que los primeros y que hoy ni siquiera viven
para manifestar su rabia.
Así las cosas, vuelvo a pensar que las relaciones diplomáticas
son un juego perverso entre un grupo pequeño de personas capaces de ignorar el
deseo y las necesidades de todo un pueblo.
¿Será que mañana Maduro también contará con la venia de
Obama o de cualquier otro presidente norteamericano? No lo sé, pero al paso que van las cosas no
sería de extrañar.
Por ahora, me tendré que conformar con ver al mandatario
caribeño y al norteamericano coincidiendo en cumbres y encuentros, y firmando
tratados comerciales, a la espera de que algún día, de manera sorpresiva, alguien
le anuncie al mundo que todos estos acontecimientos que multiplicaron el dolor
y la humillación arrastrada por los cubanos durante tantos años, terminó
valiendo la pena.
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