El dictador venezolano nuevamente se encuentra ante el espejo
de la ineptitud gubernamental, donde se refleja (quiéralo o no) el estado de
abandono en que se halla sumido el país desde hace 14 años.
Si bien es cierto que las tragedias naturales pueden llegar
a ser indomables, también lo es que nada en Venezuela está funcionando…NADA!
La falta de mantenimiento en todos los ámbitos es una
constante que el régimen no ha podido controlar, no sólo porque no existe la
capacidad técnica, sino porque además la voluntad para hacerlo brilla por una
ausencia que ya no se soporta.
Hoy, ante el incendio de Amuay, queda en evidencia la
negligente actitud de llenar las empresas básicas con incapaces aliados
seudo-ideológicos, quienes sin tener el más mínimo conocimiento se encuentran
ocupando cargos para los que no están preparados.
El sector eléctrico está padeciendo la crisis más salvaje de
la historia, haciendo de los apagones una cotidianidad peligrosa ante la
posibilidad de la costumbre…
El sector minero por fin comenzó a manifestarse contra la
aberrante incapacidad que ha demostrado el desgobierno de manejar una industria
que sólo necesitaba de continuidad para seguir funcionando…
El sector agropecuario hoy colinda con la improductividad
más evidente que obliga a la importación de más del 90% de los productos de la
cesta básica…
El sector turismo sólo pudo llenar los hoteles más
importantes del país con los damnificados que tras años de forzosa indigencia,
aún esperan por su casa prometida…
El sector comercio está a punto de fallecer por paro
respiratorio ante el estrangulamiento al que se ve sometido a diario por la
falsa creencia de que el socialismo puede mutar en cualquier empresa (nacional
o transnacional) sin calcular los costos sociales que esa actitud trae como
consecuencia de un orgullo sobrealimentado…
Y ahora, el sector petrolero, que soporta el irresponsable
despilfarro del dictador, recibe este duro golpe de un destino que pide a
gritos un cambio.
Mientras el ministro Ramírez aseguraba que el incidente en
Amuay era algo normal y que había que
dejarse de alarmismos…
¿Dónde estaba Chávez?
¿Por qué apareció públicamente a una distancia que supera
las 24 horas?
¿Será que no se encontraba en el país y que salió SIN
PERMISO de la Asamblea?
¿Será que es cierto lo que se comenta de buena fuente, que
el dictador se encontraba en una de sus secretas y muy frecuentes reuniones en Cuba?
No lo sé, y seguramente jamás lo sabremos.
Por ahora, y como siempre, el caudillo de poca monta se ha
dedicado a menospreciar ciertos puntos de vista periodísticos que lo cuestionan
en su gestión preventiva. Y por
supuesto, la necesidad de echarle la culpa a terceros opuestos para cubrir una
verdad que cada vez tiene menos justificación ya asoma sus torpes y
malintencionadas manotadas, con frases por ahora insinuantes que advierten
sobre un posible “atentado” de grupos apátridas.
Y claro, ante un escenario electoral como el que vive
Venezuela, una sugerencia de tal talla puede convertirse en una jugada
peligrosa pero muy poco efectiva, porque ya la gente se dejó de cizañas y
chismorreos, y abrió su mente hacia un país distinto a esta ridiculez
totalitaria.
Lo único que podría recomendarle yo a los representantes del
régimen moribundo es que aprendan a perder con la poca dignidad que tengan, y
que permitan de una vez por todas que gente capaz se encargue de reacomodar el
inmenso entuerto que han provocado con su ineptitud y falta de voluntad.
Escribía una amiga paraguanera el otro el otro día en
Facebook: “los cujíes lloran de dolor”.
Esa frase, por encima de su significado ante la tragedia de Amuay, resume el clamor de todo un país que se cansó
de la mala racha que comenzara con una revolución sin fundamento y que en su
agonía aún busca la manera de sobrevivir a pesar de la voluntad popular.
Hagamos todos que Amuay sea la última lágrima que lloremos
los venezolanos.