La trampa comenzó desde el REP y nosotros "callaos". |
Cuando uno está fuera del país, pareciera que las cosas tienen
otra dimensión dado el inevitable coctel de impotencia con rabia que se prepara
cada día en el pecho de quienes nos acostumbramos a vivir con el exilio a
cuestas.
Las elecciones presidenciales del
7-O se convirtieron para
mí en dos polos opuestos que atacaron sin la menor compasión a cuanto
sentimiento patrio decidió cruzar por mi pecho ese día.
Seguí muy de cerca la campaña de Capriles… Sentí (al igual
que más de siete millones de venezolanos) la necesidad de luchar sin tregua por
esa libertad que no estaba dispuesta a esperarnos un minuto más…
Entregué mi esperanza, en su totalidad, a ese futuro que nos
esperaba con los brazos abiertos…
Lloré con la emoción del triunfo clara y predeciblemente
alcanzado…
Incluso la idea del retorno se me insinuó muchas veces
como una tentación innegable.
Y tras esa casi incontenible secuencia de emociones, al concluir
la agotadora y estimulante jornada sólo quedó habitando en mi memoria una triste frase
que nada tenía que ver con lo que me hicieron construir durante los meses que
duró la campaña: “perdimos, y debemos asumir la derrota democráticamente. Aún no somos mayoría y no tenemos por qué
pensar que hubo fraude o trampa de ningún tipo”.
Esas palabras me golpearon con tal fuerza, que empaparon mi
esfuerzo y mis ganas con un montón de lágrimas desordenadas y un sinfín de
mentadas de madre entrecortadas por la desilusión.
¿Cómo podía mi candidato, quien invitara a todos a vigilar y
defender el voto como la vida misma, desinflarme la ilusión a sólo minutos
de conocer los dudosos resultados electorales?
¿Cómo es que nadie de la MUD salió en ese instante a
proteger lo que hasta ese momento se había logrado con tanto éxito en la suma
de voluntades?
¿Cómo mi candidato fue el primero en negar el fraude del que
TODOS los venezolanos teníamos conocimiento?
Esas son apenas tres de las muchas interrogantes que se
asomaban desesperadas por los escasos espacios que quedaban entre mis suspiros
en pleno suicidio.
De pronto me quedé con mis ganas derrumbadas y con una
debilidad tan grande que apenas tuve fuerza para explicarle a mis hijos que
Venezuela sería, desde ese momento, sólo un hermoso recuerdo y una “sabrosa”
referencia de música… de poesía…de comida…
Que la frontera que separa a Capriles de Chávez parece que al
final no es tan grande como nos contaron, y que la política termina siendo un hoyo insospechadamente oscuro que no
vale la pena ni tan siquiera intentar comprender.
Luego de haber vivido estas semanas (desde el 7-O) con tanta
incertidumbre como desazón, me irrita aún más escuchar a Capriles y a la
mayoría de sus allegados reconociendo con ingenua estupidez que se han ido
enterando de ciertas “irregularidades” protagonizadas por el CNE, desde el propio
Registro Electoral Permanente (REP).
(Irregularidades, por cierto, que sólo ellos no conocían el mismo día de
las elecciones).
Ante tal demostración de “ingenuidad” según algunos y de “complicidad”
según otros, sólo me queda pensar que los resultados de las elecciones para
gobernadores que se llevarán a cabo el 16-D, serán los que el dictador quiera y
decida (aprovechando la lentitud de sus adversarios para percatarse del strike
que les mete permanentemente), o peor aún, los que el dictador haya negociado
para entonces con los líderes opositores (aprovechando la perversión natural de
una estructura política que no cambió a pesar del cambio de generación).
El caso es que ya no me creo los discursos de baja factura
que pretenden mantener el ímpetu de los votantes, mayoritariamente decepcionados
por tan grotesco show. ¿Qué pasaría si
la gobernación de Miranda quedara en manos de Jaua, o la del Zulia en manos del
dantesco Arias Cárdenas, o Nueva Esparta estrenara gobernador en la figura de
Mata Figueroa, o el Táchira en la de Rangel Silva?
¿Otra vez tendríamos que asumir que perdimos y que
seguiremos en la lucha? ¿Otra vez
reaccionaremos tres o cuatro meses después denunciando tardíamente (como
siempre) que el CNE y el oficialismo hicieron trampa o cometieron fraude?
Sospecho que los únicos que están dispuestos a creerse la
irrealidad de una lucha limpia y democrática, son nuestros otrora héroes y
líderes.
Todos los que no tuvimos más remedio que aprender a vivir
en la frustración o en el exilio (o en ambas), sabemos acerca de las
marramucias que desde ya, y a la luz pública, están fraguando el CNE en
conchupancia con los improvisados candidatos del dictador.
Todos los que no formamos parte de esa élite politiquera,
sabemos que (a la vista o en esos típicos rincones oscuros de la revolución) ya están
cuadrados los números para darle el triunfo a la conveniencia individualista de
este monopólico desgobierno.
La tristeza con la que escribo estas palabras aún no entra
en la escala de “catarsis” que yo, como venezolano necesitaría para comprender
que el futuro de mi país no depende en nada de mí ni de mi voluntad. Esta es una tristeza que he de guardar y sólo
exhibir en circunstancias muy selectas. Digamos
que es una tristeza muy mía, que hoy decidí compartir para vaciar un poco el
pecho de tantos sentimientos encontrados.
Sin ir muy lejos, hoy leí una noticia que titulaba:
“copados los vuelos al exterior del país desde
el 1 de diciembre”.
Esta corta pero lapidaria frase informativa sólo me lleva a pensar
que una buena parte de votantes, hablando en términos genéricos, no acudirá a
las urnas el 16-D. Si a ellos sumamos
todos aquellos cuya desmotivación le ganó la partida a la esperanza, este nuevo
resultado electoral no lo quiero ni imaginar a pesar de lo “vaticinable” que es…muy
a mi pesar.
De esta manera, y con el corazón en la mano, le podría
recomendar a mi candidato (porque a pesar de todo Capriles siempre quedará en
el recuerdo como “mi candidato”) y a todos los miembros de la MUD y cercanías,
que tengan presente que los dictadores no salen con votos, y que el escenario más
conveniente para un presidente autoritario y abusador como el que detenta hoy
el máximo poder en Venezuela, es enfrentarse a fieles creyentes de pajaritos
preñados y cuentos de hadas. En ellos,
todo dictador (y el nuestro no es la excepción) consiguen la validación de su
régimen y de su caos personal.
Votar, sin duda alguna, es una obligación más que un deber…y
es una necesidad más que un derecho.
Pero qué difícil es asumir ese combo de responsabilidades patrióticas
cuando nadie está dispuesto a dar nada por lograr el cambio.
Qué difícil es creerle a un líder opositor hoy, cuando apenas ayer, con el triunfo en sus manos, nos llamó a la rendición.
Desde mi exilio, el cual he aprendido a llevar con dignidad
y mucho venezolanismo, sólo puedo hacerle llegar a esa tan fragmentada Unidad mi
más sincero sentimiento de desconfianza y alguna que otra palabra de condolencia
sin destinatario definido.
A partir de hoy me reafirmo como opositor independiente,
despojado de ilusiones prefabricadas por terceros y ataviado con mi bandera 7
estrellas, defensor de la Venezuela que sueño y enemigo acérrimo de quien me
quiera despertar. Reafirmo también mi
condición de anti-revolucionario, anti-chavista y anti totalitarismo, razón por
la cual mi enemistad con cualquier venezolano oficialista está más que
declarada.
Con todas la ganas que aún tengo de seguir disparando rabia
y sentimiento, me despido por ahora no sin antes agradecer a mis lectores por
sacar un tiempito para leer estas reflexiones.
Por Venezuela libre.
Comparto plenamente tus acertados comentarios y me solidarizo con tus sentimientos de arrechera y frustracion que nos producen tanto los politicos chavistas como los del bando cobarde de la oposicion centrada en la MUD
ResponderEliminar