Es increíble la capacidad que tiene el régimen de hacernos ver como
cotidianas, cosas que están llenas de vicios legales y morales.
Ante la rutina hospitalaria que el dictador cumple estrictamente y con
un consecutividad implacable en Cuba, los representantes del oficialismo
insisten en convencernos de que ’’él es el jefe y tiene todo el derecho de
buscar su salud donde lo crea necesario’’.
Sólo esta reiterada frase me basta para poner algunos puntos sobre la
íes. Puntos que sabemos no toman en
cuenta los cada vez menos abundantes partidarios del caudillo, y que el resto
de los venezolanos estamos comenzando a ver como simple parte del paisaje
político.
A ver si logro ser lo suficientemente explícito sin ser demasiado grosero.
Lo primero que deseo recordarle a todos es que el presidente NO ES EL
JEFE. El presidente, que en este caso es
gravemente sustituido por un dictador de poca monta llegado a Miraflores por
culpa del azar y por la comodidad irresponsable de la mayoría de los
venezolanos hace ya casi 14 años, es un empleado, y como tal debe rendir
cuentas de cada uno de sus actos y de cada uno de sus gastos.
El ejercicio no es complicado:
imaginemos que Venezuela es una empresa.
Pues bien, en esa empresa, el jefe somos todos los venezolanos...TODOS
sin execepción, y el presidente es un empleado de tantos que deben cumplir con
un horario, una agenda, unos objetivos...y unas normas.
No conozco, por ejemplo, ningún empleado que se exima de justificar su
ausencia por enfermedad, y menos conozco una empresa que se lo permita.
El dictador (empleado) se enfermó y jamás los venezolanos (el jefe)
recibimos una explicación oficial y una nota médica (reposo) explicando su
estado real. Pero como si esto fuera
poco soportar, el enfermo decidió tratarse en el extranjero para lo cual tomó
sin permiso millones y millones de dólares a la empresa (Venezuela), como si
fueran suyos. Con ese dinero, además,
viajaron otros empleados allegados (ministros y chupamedias de oficio) previa excusa
de que trabajarían desde el lecho del enfermo, y para terminar de darle forma
al abuso, algunos familiares también se tomaron la libertad de viajar... con el
mismo dinero de la empresa.
Claro, pero la burla no sería tal sin un video que mandó el mismo
empleado enfermo jugando bolas criollas con todos los personajes antes
mencionados.
Esta historia, que por cierto se repite una y tantas veces como el
dictador requiera de terapias y operaciones ocultas, se ha institucionalizado
de tal manera, que ya nadie atina a cuestionar semejante robo público, y la
versión repetida y casi aprendida de los oficialistas de turno es, como escribí
al inicio de esta nota: ’’él es el jefe y tiene todo el derecho de buscar su
salud donde lo crea necesario’’.
En el supuesto negado de que tal estupidez fuera cierta, me preocupa
como venezolano saber que ni el propio presidente de la república confía en la
medicina y en el sistema de salud que él mismo se ha encargado de venderle al
pueblo durante años de fracaso e ineficiencia.
Así las cosas, seguimos en este vaivén que el cáncer del dictador nos ha
establecido como ritmo de vida a todos los venezolanos.
Seguiremos viéndolo salir a Cuba con toda su comitiva y aprobando leyes
por twitter.
Seguiremos sintiendo y (en algunos casos) hasta agradeciendo su
ausencia.
Seguiremos soportando el robo de milllones y millones en su inútil tarea
de intentar salvarse...
...y seguiremos apostándole el futuro al pensamiento joven y honesto del
candidato de la oposición.
Pareciera que la mejor estrategia es esa: no hacerle el juego a las
trampas revolucionarias, no caer en la tentación de responderle a las ofensas
que el dictador no deja de repetir a sus contrincantes políticos, y no esperar
del régimen más que las mismas mentiras de siempre con el aliño de la derrota
entre letra y letra.
Mientras tanto, la enfermedad del caudillo va haciendo lo suyo,
cambiando potencialmente la historia que está por escribirse y provocando que
su propio partido se delate con evidentes y muy baratas ambiciones de poder.
Lo que está clarísimo a estas horas, es que tanto el enfermo como gran
parte de sus compañeros de ¿trabajo?, están en un ineludible y lapidario período de PREAVISO, que termina (para bien de
la empresa) el próximo 7 de octubre.
Así lo decidió EL JEFE!